Una cosa es lo políticamente correcto y otra la realidad. Si hace apenas veinte años alguien hubiera dicho que el homosexual es un sexo aparte, todos los psicólogos y psiquiatras se le hubieran echado encima porque por entonces, incluso la Organización Mundial de la salud entendía, como Freud, que se trataba de un trastorno de la personalidad provocado por un complejo de Edipo o Electra no resuelto. Ahora resulta que si dices eso eres un homófobo, cosa absurda porque para empezar yo no temo a los hombres, más bien al contrario me gustan, como es natural. Simplemente estoy dando una opinión políticamente incorrecta. Y como tal opinión, vivimos en democracia y estoy en mi perfecto derecho de opinar en contra de una parte de la sociedad, que ni siquiera tengo muy claro que sea mayoritaria.
Cuando opino en contra del aborto, no sólo estoy dando mi opinión, sino que estoy esgrimiendo datos científicos que prueban sin lugar a ninguna duda que el cigoto, el embrión y el feto son exactamente el mismo ser humano que después de nacido se llamará bebé, adolescente, joven o adulto. Es decir, que es un ser humano distinto a cualquiera que haya podido existir o existirá en el mundo. Y por tanto, merece la misma protección. Al cabo de unas pocas horas ya se ha transformado en un embrión de apariencia humana, pero aunque no fuera así, seguiría siendo un ser humano único. Por tanto, nadie, ni su madre, ni su padre, ni los médicos deberían tener el derecho a acabar con su vida, salvo si acaso en ocasiones muy restringidas y controladas por la legislación. Además, estamos en crecimiento negativo. Nuestro país necesita a esos niños.
Gracias por recordarme por qué es tan importante seguir escribiendo y comentando.