El nombre es importado, pero hizo fortuna.
Tanta, que llenó la Puerta del Sol de autotitulados indignados,
concentración que fue el Belén de este belén que ahora se ha armado en
una España que va camino de... Pues no sé de qué va camino. De ser ella
misma, desde luego que no. La profecía de Alfonso Guerra se ha cumplido:
a España no la conoce ya ni la Madre Hispania que la parió. Quizá
vayamos camino de ser Grecia sin Partenón, Venezuela con papel higiénico
o Cuba sin hermanos Castro y con el mismo odio a los Estados Unidos...
pero todos vestidos con pantalones vaqueros inequívocamente americanos.
Digo que es importado de Italia eso de «La Casta». Fue el título del
exitoso libro que escribieron dos periodistas, Antonio G. Stella y
Sergio Rizzo, sobre la clase política de aquella nación, tan
acostumbrada a ser gobernada por lo que aquí nos hemos convertido en
unos virtuosos en menos de horas veinticuatro: tripartitos,
tetrapartitos o pentapartitos. Está por inventar el hexapartito, pero no
se preocupen: está al caer de un momento a otro, en cuanto de aquí a
nada se presente la primera moción de censura en un Ayuntamiento.
En España los pelusos y la chusma que llenaron
la Puerta del Sol en el 15-M famoso llamaban Casta a los dos partidos
turnantes. He dicho «turnantes», ¿eh?, no tunantes, que era de lo que
gentuza poco aficionada a la ducha y al champú capilar calificaban al PP
y al PSOE. La culpa de todos los males de la Patria (ellos no decían
Patria, obviamente) la tenían los dos partidos turnantes que aseguraban
la estabilidad desde la Transición; esto es, el PSOE y el PP. A los que
la inspiración del anónimo poeta popular de las rimas facilongas para
uso del Tonto del Megáfono en las manifestaciones dedicó el sublime
pareado: «PSOE y PP, la misma mierda es».
Lo cual se ha demostrado ahora que no era
cierto. La mierda no era la misma; ni eran los dos una mierda. La mierda
era sólo el PP. La Casta no era el bipartidismo: era el PP. Al que
había que echar, como cuando aquello del «Pásalo» en el trágico 11-M.
Adelantándose a los tiempos, innovador y precursor, El Kichi de Cai dijo
bien clarito qué es lo que había que hacer en las elecciones
municipales, que en España han servido incluso para echar a un Rey:
«Echar a Teófila». Que traducido resulta para toda España: «Echar al
PP». Como fuera y al precio que fuese. De aquí que los más indignados,
radicales, antisistema y rojísimos no hayan tenido el menor
inconveniente en pactar con parte de La Casta, o sea, con el PSOE, para
echar a la otra parte de La Casta, al PP. Esto es como el cante de Pepe
Pinto: «No tengas pena maldita,/que la mancha de la mora/con otra verde
se quita». No te preocupes por La Casta del PP, que pactamos con La
Casta del PSOE (que ya no consideramos Casta) y los echamos. ¡A la puta
calle!
Así, siguiendo el Manual para la Destrucción de
España que nos dejó Zapatero como legado, hemos podido llegar al
desastre actual. A este Festival de Demagogia, que ríase usted de
Eurovisión. Al lamentable espectáculo de los pelusos y la chusma
antisistema asentada en las poltronas del Sistema gracias a los votos
del PSOE, de la Ex Casta. Alcaldes que han exhibido la vara de mando
como un trofeo de caza. Tomas de posesión de mangas de camisa, pues la
corbata y la chaqueta son fachas. Retirada de las banderas de España
como primeras decisiones de los muy populistas alcaldes, que van al
despacho en Metro o en bici. Manotazos exhibicionistas para apartar la
Cruz de Cristo o su Evangelio a la hora de jurar el carguete, porque
aquí somos todos más agnósticos y laicos que la leche que mamamos. Y
escuchar la Marcha Real tan sentados como Zapatero cuando pasaba la
bandera de Estados Unidos en aquel desfile. Pues esto es lo que hay. En
casi toda España y especialmente en el peligroso eje
Barcelona-Madrid-Cádiz, La Casta ya no existe. Nos gobierna la Castuza.
Señores: queda solemnemente inaugurada en España la Chusmacracia.
.abc.es/lasfirmasdeabc/20150618/abci-casta-castuza-201506172254.html
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