Volvemos a estar a vueltas con
el tema del aborto. A muchos les gustaría que este tema hubiese dejado
de ser motivo de debate hace tiempo, por haber llegado a ser algo
totalmente normalizado y aceptado, pero me temo que eso es altamente
improbable, pues todo lo que afecta a lo más esencial de la vida humana
estará siempre entre nuestras cuestiones perennes.
Sin embargo, intereses de un lado y de otro se empeñan en apartar del
centro lo verdaderamente esencial para poner en la picota otras
preguntas en las que cabe un debate más encarnizado y una
criminalización más feroz del contrario. ¿A quién le importa cuándo
empieza una vida humana? Lo verdaderamente importante es la LIBERTAD,
así, a lo grande, aunque, curiosamente, el concepto de libertad que se
acabe defendiendo es bastante pequeño, reducido del todo, una simple
libertad de elección.
La libertad de elección que se propugna es la libertad para hacer lo
que uno quiere y disponer de lo que se tiene al alcance para los propios
propósitos. Soy libre de decidir qué hacer con mi propio cuerpo, porque
mi bombo es mío. Sin embargo, olvidamos muy frecuentemente que libertad
implica responsabilidad, y que, para disponer libremente de algo, debo,
en primer lugar (y aunque parezca una perogrullada) disponer
auténticamente de ello.
Cuando alguien adquiere la libertad para ejercer de aquello para lo
que se ha preparado (libertad, esa sí, que no tenemos garantizada ni por
asomo), primero se ha hecho dueño de esos conocimientos, y después está
listo para ejercerlos libremente. Pero también se hace tremendamente
responsable. Un médico, un enfermero, un maestro, un profesor, un
conductor de cualquier tipo de vehículo... tienen en sus manos
decenas de vidas. Nos parecería absurdo hablar de la libertad de estas
personas sin
apelar a su responsabilidad. Sin embargo, eso es lo que hacemos cuando
se trata de la tan proclamada libertad sexual y reproductiva. Ahí
podemos decir sin sonrojarnos que somos libres de hacer lo que nos
plazca con nuestro propio cuerpo, pero sin que asome en ningún momento
la responsabilidad.
No hablo ahora de los casos de aborto por violación o por razones
graves relacionadas con la salud de la madre o del hijo. Esos casos
merecen una atención aparte y, por desgracia, son los que acaban
utilizando como argumento quienes defienden un aborto totalmente
normalizado y sin restricciones. Sin embargo, la realidad es tozuda y
muestra que estos casos constituyen un porcentaje mínimo y que gran
parte de los abortos que han tenido lugar en los últimos años han sido
elección de la madre, sin otras causas.
Llama la atención leer en las redes sociales a chiquillas que aún ni
han terminado la ESO afirmar su libertad sobre su propio cuerpo. Lo han
aprendido bien pronto. Se aclama sin cesar por todas partes que las
mujeres somos libres de disponer de nuestros úteros y demás órganos
sexuales. Sin embargo, qué curioso, esa libertad es abanderada después
de que se haya dado el embarazo. ¿Dónde estaba la libre disposición del
propio cuerpo antes de que tuviera lugar esa fecundación? ¿Dónde la
libre elección a la hora de hacer lo que necesariamente se ha de hacer
para que eso suceda? Al parecer, en esos momentos no somos tan maduras y
autosuficientes como proclamamos después. Repito que dejo fuera el
supuesto terrible de la violación. En la mayor parte de los casos, hemos
sido libres y dueñas de nuestros cuerpos para pasar un buen rato con
ellos. También lo han sido los caballeros que han compartido con
nosotras esos estupendos momentos. Eso sí, ha sido una libertad
falseada, porque ni unos ni otros nos hemos hecho plenamente
responsables de nuestros actos, de nuestros cuerpos o de los cuerpos
ajenos. Después, cuando llega la parte menos agradable, el caballero
desaparece del horizonte como si la cosa no hubiera ido con él, y ahí es
cuando nosotras, y solo nosotras, somos libres y responsables de
nuestros cuerpos, cuando ya llevamos en nuestro interior un cuerpo que
no nos pertenece.
Se alude a la libertad de la mujer después del embarazo... ¿Y antes?
¿Hemos sufrido enajenación mental transitoria, aturdidas en una
sobredosis de libertad sin libertad? Me parece una absoluta falta de
respeto y una utilización de la libertad sexual totalmente al servicio
de las ideologías políticas y los intereses comerciales de las
multinacionales de los métodos anticonceptivos y del aborto
(multinacionales que, contrariamente a lo que podríamos pensar, se dan
la mano para conseguir fines comunes). Porque no, no son ONGs. Aunque a
veces las ONGs acaben sirviendo a sus intereses con el pretexto de la
defensa de ciertos derechos.
Somos libres. Nuestro cuerpo es nuestro, y aunque no nos lo hemos
dado a nosotros mismos, podemos disponer de él para lo que nos plazca.
Pero la libertad implica conocer y asumir. La libertad, como gran poder
que es, conlleva una gran responsabilidad.
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